Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
La desigualdad de oportunidades entre personas ha estado presente desde el principio de la humanidad, dando paso a la discriminación individual y colectiva, a la organización social en estratos: favorecidos y poderosos frente a desfavorecidos y sin capacidad de decisión social. Esta situación, violenta en sí misma, ha sido combatida a lo largo de la historia y no siempre de manera pacífica, por lo que la situación final ha sido de nuevas desigualdades.
Al oír la palabra igualdad no viene a la mente la evidente desigualdad de oportunidades entre razas, estratos sociales, sexos y personas con minusvalías y aunque no son las únicas, son las que más preocupan a la gente porque están más presentes en su vida cotidiana.
En España, hoy día, las leyes son claramente igualitarias y no discriminatorias, la igualdad de oportunidades es un derecho, lo que es un paso decisivo para conseguir una igualdad efectiva. Pero la realidad es que a nivel familiar, en los trabajos y en las empresas, todavía queda un largo camino que recorrer para que las personas tengamos igualdad de oportunidades para prosperar en dignidad, en todos los ámbitos de nuestra ser: ¡en cuántas familias la madre sigue siendo la exclusiva encargada de las tareas domésticas, la esclava de la casa!, y ¡en cuántas familias los hijos están condenados a ser “parados labores” o “trabajadores en precario” por no tener posibilidades económicas para que éstos tengan una formación técnica o universitaria que les permita mejores condiciones laborales! …
Pero, cuidado, no se debe caer en el “victimismo”. La propia vida y las sociedades democráticas nos ofrecen oportunidades, quizá escasas, pero existen y hay que aprovecharlas y este aprovechamiento no esté exento de esfuerzo y sacrificio.
A continuación os vamos a contar una historia sobre "oportunidades", real, muy real...
APROVECHAR LA OPORTUNIDAD
“Josefita”, Josefa, es una mujer de cincuenta y cinco años, con hijos mayores, que trabaja como Orientadora en un Instituto de Educación Secundaria y, además, trabaja como voluntaria y de manera gratuita en un gabinete psico-pedagógico de una Asociación benéfica, asesorando a familias con hijos que tienen dificultades escolares. Os vamos a contar la historia de su vida.
Josefita nació en un chozo en Extremadura. Sí, en una choza de palos y paja de centeno. Su padre era pastor de ovejas en una finca de la que era dueño un señor rico que vivía en Madrid, y los pastores vivían en chozos, sin luz, sin agua corriente, sin cuarto de baño… como hace cinco mil años, en el Neolítico. En el chozo pasaban frío en invierno y calor en verano, y se ahogaban con el humo de la lumbre que utilizaban para calentarse, iluminarse y hacer la comida. Pero Josefita era feliz en el campo, entre encinas, con sus padres y sus hermanos. De pequeña, sus padres le asignaban una tarea de mucha responsabilidad: evitar que, en un descuido, el águila se llevase los polluelos que criaban las gallinas. Y Josefita realizaba su tarea con el máximo celo.
Sólo había algo que inquietaba y entristecía a Josefita: no poder ir a la escuela. Por fin, con siete años ya cumplidos, su padre pudo mudarse para trabajar en otra finca más cercana al pueblo y Josefita pudo asistir al colegio. La escuela de su pueblo era destartalada y fría y sólo había un maestro para todos los niños, que no eran más de quince. La niña puso todo su empeño y aprendió a leer y escribir rápidamente, pero con trece añitos no tuvo más posibilidades de seguir estudiando porque, para continuar escolarizada, tenía que desplazarse a un pueblo mayor y sus padres no tenían dinero para pagar el autobús y los gastos de los estudios.
Así que a Josefita no le quedó más remedio que ayudar en su casa en lo que podía, hasta que tuvo diecisiete años, momento en el que abandonó el pueblo para venir a trabajar a Madrid, como asistenta en una casa. Aunque Josefita no pudo estudiar, nunca dejó de leer e informarse, devoraba libros y enciclopedias de las bibliotecas públicas, porque le encantaba leer y aprender. Ya mujer, Josefita se informó y supo que una nueva ley permitía que, con más de veinticinco años, aunque no se tuvieran los títulos básicos necesarios, aprobando un examen de acceso, podría matricularse en la universidad. Era su oportunidad…
Josefa preparó con toda su energía este examen, a la vez que trabajaba. La joven aprobó el examen, por lo que pudo acceder a la universidad, matriculándose en Psicología, estudiando y trabajando a la vez, durante cinco años de un esfuerzo titánico. Y… sí, Josefita sacó su “carrera de Psicología”, lo que además le permitió “sacar plaza” en una convocatoria pública para trabajar como Orientadora en institutos de Educación Secundaria.
Josefa vive bien con su trabajo, pero nunca ha olvidado la necesidad de que los más desfavorecidos tengan más oportunidades para estudiar, y su tiempo libre lo dedica a asesorar gratis a familias con pocos recursos que tienen hijos con dificultades de aprendizaje. Y dedica muchas horas a la semana a esta actividad altruista.
Josefita, un ejemplo de persona que aprovechó, con un gran esfuerzo, las pocas posibilidades que la vida le dio y que ahora se dedica a favorecer oportunidades para los que más lo necesitan.
La Escuela pública favorece la igualdad de oportunidades y es una oportunidad que los alumn@s y las familias deben VALORAR Y APROVECHAR.
Comisión "Quiero contarte
