EXCURSIÓN AL PUERTO DE CANENCIA

Ayer, jueves 23 de mayo, las dos clases de Tercero nos desplazamos hasta la Sierra de Guadarrama, en concreto hasta el puerto de montaña que recibe el nombre de la localidad situada en su vertiente norte: Canencia. Sí, estuvimos en el Puerto de Canencia.

 

No se nos hizo pesado el viaje, y a la ida atravesamos Canencia. Nos encantó este pueblecito serrano, con sus casitas de una o dos plantas y sus fachadas de colores claros, su calma, el arroyo que lo atraviesa, la ladera de la montaña en la que se asienta... precioso.

 

Tras una subida algo complicada, ya que la carretera hace terribles revueltas, llegamos al puerto, en concreto a su zona recreativa. Al bajarnos del autobús, lo primero que percibimos fue el fino, fresco y puro aire serrano: ¡qué gusto da sentirlo en las mejillas!...  ¿Y el olor a pinos y a brezos en flor?... ummm, indescriptible... ¿Y la nieve en las cumbres de la sierras del otro lado del valle?... Preciosa. ¿Y la luz, la luz del sol en la montaña?... Divina, esa es divina.

 

Tras desayunar y admirar todo el paisaje que nos rodeaba, nos dispusimos, como buenos montañeros que se están iniciando, a realizar una senda que nos llevaría a la Chorrera de Mojonavalle (el profe, Santi como lo llamamos, después nos confesó que se equivocó de camino y no llegamos a la propia chorrera, sino algo más abajo. Mejor porque así evitamos el jaleo de otras excursiones que allí había).

 

Así, entre pinos serranos, algún acebo y también algunos tejos y abedules, tras una caminata de unos veinte o venticinco minutos, llegamos a una arroyo de montaña, de aguas limpias y cristalinas que se desploman cantarinas 

montaña abajo.

 

 

 

Las vistas del Valle de Lozoya son "de poner el vello de punta", y el aire puro junto con el sonido del agua entre las rocas, invitaban a sentarnos en estado de calma, fundiéndonos con todo lo que nos rodeaba y dando gracias a la Madre Naturaleza por darnos todo lo que nos da, pidiéndole que, con su sutil voz, nos enseñe a respetarla, a amarla y a disfrutarla.

 

Nos hemos quedado con ganas de repetir, y como ya tenemos experiencia en la montaña, desde aquí le pedimos a nuestras queridas profesoras que para el próximo curso no olviden organizar otra salida a nuestra ya amada Sierra de Guadarrama.

 

¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?

 

Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil sones vienen
cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Antonio Machado