Las maestras y maestros de nuestro colegio, conscientes de la importancia de consolidar en los alumnos-as actitudes positivas, relacionadas con la adquisición de valores sociales aceptados por todos, hemos decido que a lo largo del curso escolar se va a desarrollar un proyecto al que se ha denominado "Ocho meses, ocho causas", y que consiste en trabajar, en todos los niveles y ciclos, un valor cada mes.
Ya sabéis, además, que en el cole, los profes nos organizamos en diferentes "comisiones de trabajo": Informática, Biblioteca, Festejos, Patio, comisión "Quiero contarte". Pues desde esta última comisión -que como conocéis elabora mensualmente la Hoja del Rosa- queremos contaros, como es nuestro propósito habitual, una historia relacionada con el desarrollo del valor en el que este mes está implicado todo el colegio: el valor del SILENCIO y la QUIETUD como fundamento de la necesaria atención y concentración que exige el estudio; además del valor de la CALMA emocional como fundamento de unas relaciones humanas positivas.
CUENTO SOBRE LAS MARAVILLAS
QUE NOS TRAE LA QUIETUD Y LA CALMA
“La moneda de oro”
No hace
mucho tiempo, en las afueras de una ciudad
de la India vivía un niño de once años de edad, de nombre Armaam, y que
en la actualidad es ya un hombre. Su
familia era pobre y él era el mayor junto con otra hermana. Su padre trabajaba en
el mercado central de la ciudad, trasportando pesadas cargas sobre su espalda,
y ganaba poco dinero. Su madre recorría la ciudad buscando los centros donde se
ubicaban las asociaciones de ayuda a los pobres, y solicitaba todo aquello que
le pudiera servir a la familia: ropa, algo de arroz… también iba al gran
mercado donde trabajaba su marido, y recogía
cajas de cartón y madera que luego revendía. Vivían en una humildísima casa con
paredes de adobe y tejado de chapa. No tenían camas y dormían en el suelo sobre
viejos colchones. Pero lo peor de todo es que Yamir (Luna), la hermanita de
Armaam, tenía una malformación en una vena del corazón, que exigía una
operación, ya que, aunque su vida no corría peligro inmediato, con el
crecimiento aparecerían problemas graves de salud. Pero en la India los
hospitales públicos no tienen dinero para este tipo de operaciones y la familia
se desesperaba, ya que con cierto dinero
la operación de corazón de Yamir se podría pagar y llevarse a cabo. Armaam
siempre llevaba a su hermana en el corazón.
A Armaan,
como a todos los niños, le encantaba estar con sus amigos y un día que
regresaba a su casa, después de haber estado toda una mañana lluviosa jugando y
disfrutando,
de improviso encontró en el suelo una preciosa, dorada y brillante
moneda de oro, que además era enorme de tamaño. El niño enloqueció de alegría y
rápidamente pasó por su cabeza la operación de corazón de Yamir. Eufórico iba
hacia su casa lanzando al aire la moneda, cuando de forma inesperada ésta fue a
caer en un charco de los muchos que había en la enlodazadas calles.
Armaam,
nervioso, se metió en el charco palpando con sus manos intentando recuperar la
moneda; pero cuanto más removía el agua y el lodo del fondo, más difícil era
ver nada. Así estuvo durante más de media hora, nerviosísimo y llorando de
rabia, hasta que exhausto, y con la cara desencajada, se salió de charco y se
quedó dormido en una acera.
Al cabo de más de una hora, Armaan despertó y se
encontró sentado al lado un anciano de largas barbas canas que había
presenciado todo lo ocurrido. El niño comenzó de nuevo a llorar, recordando su
mala suerte, y el anciano le dijo:
-¿Por qué
lloras? Mira el charco donde cayó tu moneda de oro…
Armaan miró
hacia el charco enlodado, y, sorprendido, comprobó como el agua de la superficie
estaba clara, ya que con la quietud, el lodo se había posado en el fondo.
-¿Estas ya
más calmado? Preguntó el anciano.
- Pues si
es así, dijo, acércate al charco y mira.
Así lo hizo
el niño, y al llegar a la orilla del charco, comprobó como de entre el lodo,
salía un trocito de su moneda, que al darle los rayos del sol, desprendía
esperanzadores destellos. Arnaam sonrió y, eso sí, esta vez de manera muy
calmada y sosegada, metió lentamente la mano en agua u tomó la moneda con sus
dedos pulgar e índice, besándola al sacarla del agua a la vez que pensaba en
Yamir.
La moneda
de oro sirvió para pagar la operación de Yamir, que acabó con éxito, lo que
supuso una gran alegría para toda la familia. Pero el niño también aprendió una
gran lección: la vida nos va poner inevitables dificultades, pero también nos
va a ofrecer monedas de oro para superarlas, de nuestra actitud calmada depende
que las encontremos y no las perdamos.
COMISIÓN DE PROFESORES: "QUIERO CONTARTE"