lunes, 25 de febrero de 2013

LA HONESTIDAD ¿UN VALOR PERDIDO?

CUENTO SOBRE LA NECESIDAD DE SER HONESTOS


Diego Antonio era un niño de 11 años que vivía con sus padres en las afueras de una gran ciudad. Los padres solo encontraban trabajo precario y mal pagado, por lo que la familia vivía en la pobreza. Dieguito, durante la semana iba al colegio, pero al llegar el sábado se dirigía al mercado de su barrio con la intención de recoger cajas de cartón para luego venderlas y así ayudar a la familia; además ya conocía a algunos comerciantes que le regalaban frutas, hortalizas y verduras que estaban algo estropeadas y no servían para la venta, pero que a la familia de Diego les solucionaba algunas comidas de la semana.

Un sábado, una anciana salía del mercado con una bolsa excesivamente grande, con la que casi no podía. Diego se acercó a ella con intención de ayudarla, pero la señora, desconfiada, dijo a Diego que la dejara tranquila, que ella podía bien con su compra. Diego no le hizo mucho caso, pensando que quizás la viejecita había tenido anteriormente alguna experiencia desagradable, y se puso a buscar cajas vacías de cartón. Pero, tras alejarse de la anciana, se giro para comprobar que ésta podía con la gran bolsa de la compra, y sorprendido, comprobó como a la señora se le cayó la billetera al suelo. Diego corrió donde había caído la billetera con la intención de devolvérsela a la señora, pero recordó lo mal que lo había tratado anteriormente, y en estos pensamientos estaba cuando la abrió: ¡Cielos, allí había dinero como para que toda su familia comiera una semana! ¡Qué suerte!

El niño se disponía a guardarse la billetera, cuando de repente una sensación extraña y desagradable se apoderó de él: era la voz de su Conciencia que le advertía de que quedarse con ese dinero no era honesto, puesto que no era suyo y tenía dueño. Así que Diego Antonio no lo dudo y corrió tras la desconfiada señora, a la que llamó de nuevo la atención. Ésta, una vez más, le contestó desconfiada:




- “Mira niño, ¡ya te dije que no quiero que me ayudes!”

- “Señora, no es para eso, sino para devolverle esta billetera que se le cayó sin que usted se diera cuenta.” Dijo Diego.

La anciana, incrédula, se tocó los bolsillos del abrigo y al comprobar que era cierto que se le había caído la billetera pues tenía el bolsillo roto, se la arrebató de las manos al niño, y desconfiada miró dentro. Al comprobar que estaba todo su dinero, exclamó:

- “Qué injusta he sido, un niño tan honesto y yo desconfiando y rechazándolo.” Perdona hijo, pero he tenido malas experiencias con otras personas, y para que veas que estoy agradecida te obsequio con este dinero para ti.


Diego miraba los billetes que le daba la señora y pensaba en la cantidad de comida que podría comprar para su casa, pero se negó, no le parecía bien aceptar el regalo. La señora insistió y algunas personas que presenciaron la escena le dijeron que cogiera el regalo, pues se lo merecía. Diego, alegre, así lo hizo.


Y ES QUE LA HONESTIDAD SIEMPRE LLEVA PREMIO.

La HONESTIDAD es una cualidad humana que consiste en actuar siempre con justicia en nuestra relación con los demás. O sea que, en todo lo que hagamos o digamos, no haya nunca nadie, nadie, perjudicado como persona o como colectivo social.






 Cuando alguien miente, roba, engaña o "hace trampa", su conciencia entra en conflicto, la paz interior desaparece y esto es algo que los demás perciben porque   no es fácil de ocultar.



Las personas honestas no necesitan recompensa por sus acciones, son honestas porque sí, porque entienden que es algo necesario para su bien y el de los demás. Pero cualquier persona honesta siente malestar ante las acciones de esas otras personas que viven en la mentira, el fraude, el enriquecimiento ilícito... si a esto se le añade impunidad social... pues mayor motivo para SER SIEMPRE HONESTOS...


Ese atleta que vemos en la foto, señalando la Meta a su "adversario de carrera", es Iván Fernández Anaya, corredor de 24 años que, recientemente, al ir llegando  a la meta del Cross de Burlada (Navarra),comprobó atónito como el Keniano Abel Mutai -que era el primero en llegar y con bastante diferencia sobre el segundo que era eI propio Iván-, se despistó creyendo haber llegado a la meta un centenar de metros antes del lugar en el que estaba ésta, dejando de correr y celebrando la victoria con alegría.

Pues observad lo que hizo Iván... es lo que una persona buena e inteligente suele hacer cotidianamente: SER HONESTO, aun sin victoria y sin recompensa económica.

Comisión "Quiero contarte


5 comentarios:

  1. Hola Santiago!
    He visto el vídeo de la carrera de atletismo de Iván Anaya, y realmente es digno de admiración.

    Gracias a la comisión por todas esas historias tan bonitas que nos regaláis cada mes :)

    Un abrazo
    Laura

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  2. Hola profe soy sofia de 3b eleido la historia de Ivan Fernando a aya y me a encantado

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  3. hola monica me a encantado hacer plastilinaa y estoy deseando hacer el examen de cono. un beso cindy

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  4. hola laura estoy deseando aprender ingles y los juegos son chulis es decir kue me gustan. un beso de cindy

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